Fuera de radar


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“Yo no fui”

Por Antonieta Mata C.

Hace poco leí con sorpresa unas declaraciones del Presidente en las que expresaba que todos los muertos ocurridos desde el 12 de febrero eran culpa del Golpe de Estado. ¿Todos? me pregunté con cierto desconcierto que no deja de delatar ingenuidad.

Por un lado, agradecí que justo ayer se descubriera a esos tres generales conspiradores, porque aquello del golpe suave, del golpe que no es golpe, del golpe que está derrotado pero no, nunca me terminó de convencer.

Por otro, recordé más casos de situaciones/problemas en los que he escuchado el mismo argumento. La escasez de alimentos es culpa de la guerra económica que lidera la oposición. La crisis cambiaria es culpa de los raspa-cupos. Las prácticas represivas de la GN son culpa de aquellos que los provocan. La parcialización de VTV culpa de Globovisión. Y así un larga lista de malabarismos discursivos que a veces rayan en lo ridículo, por ejemplo, la inseguridad es culpa de las telenovelas.

De este modo veo que un gobierno con 14 años de gestión no tiene ninguna responsabilidad en ninguno de los problemas importantes que afectan al país. Qué paradoja. Creo que en cualquier lugar del mundo, como mínimo se le pediría a los altos cargos de ese gobierno que dimitieran, aunque sea por ineptos. Responsabilidad por omisión ¿será que existe esa figura?


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Crónicas expatriadas

I

Ciudad de México: la cachifa

En el año 2003 estaba estudiando en México. Fue otro momento de tensión política que llevó a Venezuela al borde de la violencia desenfrenada. Tenía 21 años y con mi beca cubría mis gastos mínimos. Debía además trabajar bajo cuerda para sobrevivir. No era una vida de penurias, pero tampoco de lujos.

Llevaba a Venezuela guardada en algún lugar de los libros. No me sentía cercano a los venezolanos con quienes me topaba, así que prefería fingir un extraño acento con eses bien pronunciadas que me hicieran pasar inadvertido cada vez que algún compatriota visitaba el café de La Condesa donde trabajaba. Eran la clásica representación del sifrinismo banal que reafirmaba todos mis prejuicios revolucionarios.

El día del llamado firmazo contra Chávez, decidí tomar mi cámara–de rollo y manual–e ir al encuentro de los venezolanos. Quería conocer sus perspectivas, escuchar sus historias. No sabía exactamente dónde estaba la plaza de Bolívar en Polanco en la que se llevaría a cabo el encuentro. Sospeché que en el metro me toparía con los estridentes conciudadanos vestidos con el tricolor, perfumados y maquilladas para la ocasión. Pese a la urticaria que me generaba solo imaginarlo, decidí seguir, la festividad patria me guiaría.

Para mi sorpresa, no encontré a nadie en el metro. Caminé con dudas, pero llegué a la plaza. Estaba rodeada de carros, la mayoría caros y nuevos. El evento estaba milimétricamente planificado, con mesoneros de corbatín que servían café y otros pasapalos. Globos tricolores y cintas adornaban el toldo central. Las sillas, por supuesto, tenían el lazo de tela blanca en el medio del espaldar. La gente vestía de diseñador. Mujeres con coches, conversaban entre ellas. Hombres con chemise lacoste hacían lo propio entre ellos. La estricta división sexual del encuentro social estaba en sintonía con el México mocho que les rodeaba.

Atiné a escuchar una conversación entre dos jóvenes mujeres con niños. Hablaban de la sabia decisión que tomaron al salir de Venezuela y las peripecias que vivieron para restablecer su vida en México. No olvidaré la sentencia de una de ellas: “lo más importante es que me traje a la cachifa”.

Salí despavorido cuando los globos tricolores comenzaron a volar por el cielo del DF.

II

Caracas: la logística en las listas

Un día llegué a mi oficina de un instituto autónomo del ministerio en el que trabajaba y encontré instalado en mi computadora un software con la bandera de ícono. Sospeché de qué se trataba y lo abrí inmediatamente. Era la lista Maisanta y había sido instalado en todas las computadoras del instituto.

Antes de yo ingresar había ocurrido una purga inicial. Todos los coordinadores y directores que habían firmado contra el presidente habían sido retirados de sus cargos. Otros, además, se les destituyó completamente de sus funciones. Quienes permanecieron, pasaron a ser parte del mobiliario oxidado de la vieja República de Venezuela: se les asignaba tareas menores, muchas veces monótonas y no cónsonas con su experiencia previa o formación. Conocí el caso de una antigua coordinadora que peleó en tribunales su destitución y el Ministerio tuvo que pagarle salarios caídos y luego recibirla nuevamente para ubicarla en un nuevo espacio donde conviviría con las telarañas.

Pero en 2006 cuando vi el software no hubo mayores movidas de mata. Estaba ahí presente, sin mucha alharaca. Operaba como un jueguito para funcionarios adeptos y aburridos. Precisamente ese era su rol, estar presente, luego ser removida pero dejar en la memoria colectiva la posibilidad de ser desenterrada.

En la reelección de Chávez ya quedaban pocos disidentes en el Ministerio. Los que quedaban mantenían su boca cerrada en cuanto a asuntos políticos se refiere. Muchos convivían en buena onda con sus pares revolucionarios, sobre todo con los menos talibanes. Algunos incluso tenían aún responsabilidades de media importancia, sobre todo una extraordinaria burócrata a quién será difícil olvidar: Yajaira. Ella disfrutaba su trabajo y lo hacía bien, extraña mezcla en peligro de extinción ya en los momentos dorados de 2006-2007. El resto, mantenía cabeza baja y voz suave pero cínica. En los años posteriores, fueron jubilando a quienes quedaban de la cuarta, se fueron y luego de varios años recibieron sus arreglos, inflación y devaluaciones mediante.

Cuando llegó el cierre de la campaña presidencial, el director hizo algo que pocas veces hacía, pidió hacer una lista de los asistentes a las convocatorias. La lista no tenía mala intención, decían mis colegas del chavismo gafo, “es para organizar la ‘logística’”, insistían. Nota: en el argot chavista ‘logística’ quiere decir sánduches y jugo, o si es paquete completo, incluye franela y gorra. Francamente creo incluso hoy que la lista no tenía la intención de pulverizar a nadie. El propósito era más sutil, era que los disidentes, críticos, o sospechosos se supieran vigilados, intuir que posiblemente, algún día, tendrá un propósito. El chavismo puede ser ineficiente en muchos ámbitos, pero si en algo han sido exitosos es en la lección de gubernamentalidad básica: las listas son instrumentos de disciplina.

Mis amigos revolucionarios no creen que están disciplinados. Ellos defienden la tesis de ‘la crítica en la reflexión’ (intra-muros, cuando nadie los ve) y ‘unidad en la acción’. Solo una vez me pidieron participar en una pequeña purga. El jefe me comentó de unos compañeros cuyo trabajo francamente adolecía de baja calidad. Al final, no salieron. Se quedaron por gestiones del sindicato y gracias a la inamovilidad laboral. Pensé en aquel sobrino del ministro cuyo poder se hacía más evidente y que no parecía producir buenos resultados. Creo que tuvo un buen destino después de la muerte del CS.

Mientras tanto, yo todavía espero mis prestaciones sociales ya a dos años de mi renuncia.

III

Melbourne, Madrid, Dublín: ahora la cachifa soy yo

Nos volvimos a ir en 2012. Apenas con meses de diferencia salieron dos parejas amigas, una para Irlanda y otra para España. Cada cual con su historia y sus razones, todas cansadas y con cierta asfixia moral. Para mi era imposible tratar de hacer carrera de academia en Venezuela. En un lado del Guaire, la mejor metodóloga en ciencias sociales monta sus clases a base de Wikipedia. En el Rodolfo Quintero no han comprado una revista arbitrada desde 1986. En el otro lado del Guaire, lo mejor que se produce es propaganda cuchi y lo peor es demagogia pseudo-pedagógica. Eso sí, en ambos lados hay sueldos similares, todos rozan el límite de la pobreza. Matar tigres es tarea obligada para todos los bandos.

La producción es baja. Hace poco leí los análisis de la Guerra Económica de los pensadores revolucionarios. En Venezuela, los precios los determinan los capitalistas. La política monetaria y fiscal no tienen nada que ver, el gobierno es, en síntesis, víctima de otros. Imprimir plata inorgánica no guarda relación alguna con el aumento de los precios. Pensé en lo bondadosos que deben ser los burgueses bolivianos y ecuatorianos, vamos, con el poder de marcar precios y elevar la tasa de ganancia a 1.000%, bien podrían hacerlo si además eso ayudaría a tumbar sus gobiernos. Pero no lo hacen, ese sería el burguesismo gafo.

Nos fuimos un poco tarde para agarrar el autobús de la disponibilidad de dólares baratos. A nosotros nos aceptaron media solicitud de SITME. Luego, mi solicitud de estudiante CADIVI fue rechazada sin posibilidad de réplica. El chorro se había cerrado. Nuestros ahorros se quedaron en dos cuentas bancarias venezolanas, devaluándose y fueron mermando entre pagos de condominio y algún invento creativo por traernos algo. El financiamiento del doctorado nos sirve para sobrevivir. Aunque nunca he sido bueno para los negocios, he soñado con jugar al arbitraje cambiario de alguna forma, pero ya ni viajar a Venezuela parece una opción con la merma de los vuelos y el aumento de los precios de los boletos.

A mi amiga de España nunca le llegaron sus euros. Tenía que pagar matrícula y también llevaba hija y pareja. Ellas cuidan chamos, matan algunos tigres que la informalidad madrileña les permite. Mi amiga en Irlanda todavía no encuentra trabajo, pese a tener experiencia en varias áreas profesionales, su novia está cursando un postgrado pero no tiene financiamiento. Pueden cuidar chamos pero dicen que prefieren cuidar las suyas. Me dijo en estos días que pensaba limpiar casas.

Hace poco hicimos un mercado que se llevó lo último que teníamos. En Venezuela sigue aquella plata mermada por la inflación y acá no tenemos nada hasta el otro mes. Ya estamos buscando trabajo en tiendas y, como nuestra amiga, siempre está la opción de limpiar casas. Pensé en las venezolanas que hace diez años se habían ido a México. Mis crónicas de expatriados hoy está llena de historias como la mía y mis amigas, la imagen de aquellas venezolanas en la Ciudad de México está registrada en una época particular, con nuevos tiempos y la dinámica revolucionaria son más los que han ido saliendo, son un fenómeno poco conocido, somos diversos, extraños, estamos fuera de la órbita de los que están dentro, pero también fuera de sintonía con aquellos que hasta lograron llevarse la cachifa.

Raúl Cárdenas F.


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Disociados todos

Por Valentina Blanco

Disociar.

(Del lat. dissociāre).

1. tr. Separar algo de otra cosa a la que estaba unida. U. t. c. prnl.

2. tr. Separar los diversos componentes de una sustancia. U. t. c. prnl.

Diccionario de la Real Academia Española

En Venezuela: Acción mediante la cual un individuo separa su conciencia de las realidades que le rodean y de las cuales forma parte.

Siempre he sentido que en Venezuela tenemos la mala costumbre de usar ciertas palabras en exceso, hasta que de alguna forma pierden su sentido. Si eres inquieto te llaman hiperquinético, si estás molesta te llaman histérica (esto con connotaciones tan históricamente misóginas que merecen su propio texto). Sensaciones y hechos cotidianos adquieren condiciones grandilocuentes. Pensé que ese era el caso de la palabra “disociado”, o “disociada”, pero en esa me equivoqué. En Venezuela sí estamos disociados. Y no es un término sólo válido para la oposición, aunque haya sido así planteado por el chavismo. Disociados somos todos.

Disociados cada vez que preguntamos sobre el bando político de alguna persona fallecida en las protestas.

Disociados cada vez que retuiteamos que se escucharon disparos en la calle tal, a pesar de que, estando allí en ese instante no escuchamos nada. Pero bueno, “si alguien lo tuiteó debe ser cierto…”

Disociados los chavistas que son servidores públicos y ven de cerca los errores garrafales de una gestión tras otra y “no dicen esta boca es mía”. Es tal el miedo a ser confundido con el otro que me tapo los ojos, me tapo los oídos, me tapo la boca y termino por taparme la existencia. Pero que de mi lealtad al proceso no sea puesta en duda.

Disociados los guarimberos que piensan que tumbando árboles construyen democracia, o que su resistencia se asemeja a alguna lucha justiciera. No es resistencia pacífica y mucho menos democrática la instalación sistemática de trampas asesinas que matan al primer desafortunado.

Disociada la señora chavista eterna, negada a hablar de la escasez de alimentos aunque le tome un día entero hacer un mercado mínimo, que además le costará el doble de lo que le costó hace dos meses.

Disociados los opositores que desde dentro y fuera del país llaman a la intervención internacional como si el conflicto venezolano se tratara de un juego de video y que la llegada de mercenarios lo haría más épico, en el sentido hollywoodense de la palabra. Disociados incluso los que piensan que la condena por parte del gobierno de EEUU surtirá un efecto favorable al diálogo y la democracia en Venezuela.

Disociada la periodista que habla ante los medios “progresistas” internacionales sobre cómo la revolución garantiza la atención médica a todos los pacientes cuando cualquier persona con un pariente enfermo puede contar largas y dolorosas historias de escasez de medicamentos, insumos y muchísimo maltrato de médicos, enfermeras y vigilantes.

Disociados los líderes del movimiento LGBTI cuando dicen que hemos avanzando tantísimo en materia de igualdad de derechos para todos y todas, cuando el principal descalificativo a líderes opositores ha sido “acusarlos” de homosexualidad como si se tratara de una enfermedad.

Disociado el señor que defiende sagazmente los logros de la revolución pero ha sido asaltado tantas veces en el camino a casa desde el trabajo, que ya los malandros lo conocen y le han robado hasta el ticket del metro.

Disociada la señora de oposición que dice que la oposición es mayoría pero nunca concibió que la señora de servicio decidiera meterse a estudiar en las misiones y dejar de trabajar limpiando casas. El problema ante sus ojos era que “¡por ese camino ya no van a haber señoras de servicio!”.

Disociadas las líderes del movimiento de mujeres que enarbolan a Chávez como líder del feminismo cuando en todos sus años de gestión el aborto se mantuvo como un tema innombrable y seguían muriendo mujeres, sobre todo mujeres pobres, por abortos mal practicados y partos mal atendidos de embarazos no deseados.

Disociados todos. Disociada yo que escribo estas líneas y probablemente alcance a dormir esta noche a pesar de esta sensación punzante de que estoy en un país donde no puedo hablar con nadie, porque nadie es capaz de verse a sí mismo y mucho menos reconocer al otro. Cada cual tiene su cuota pendiente en esta disociación colectiva.


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Hashtag ecuménico: hacia los misterios gozosos

Un año después de la muerte del Comandante Supremo, las masas bipolares venezolanas han quedado ávidas de un mesías y de un anti-cristo que valga la pena. El anti-chavismo radical tenía tiempo demandando la remoción inmediata de un Capriles Radonski dócil, pseudo-institucional y aparentemente democrático que cada día parecía más un ‘mono malandro’ que un tipo decente. Ahí salió Leopoldo, con su gesta guarimbera, con su crucecita y su novia bonita a salvar la patria por ese importante grupo de connacionales.

Para el chavismo, la cosa es más compleja. Saben que Maduro es un líder chucuto, lo ven como un tipo con buenas intenciones pero, al fin y al cabo, un comandante circunstancial, un Presidente accidental. ‘Hace lo que puede’, es la prédica lastimosa del chavismo conforme. ‘Es un hombre sencillo’ y lo encomendó el Comandante, se resignan, aunque con dudas. Tienen claro su anti-cristo, la trilogía del mal, con López y María Corina a la cabeza, pero que incluye a Capriles para que no se confunda ningún seguidor despistado: todo lo que parezca otro es fascista, escuálido y, por supuesto, maricón. Ahí entran los estudiantes, especialmente los que piden exámenes forenses para denunciar torturas que no pueden ser, porque no han sido interrogados.

En el chavismo radical, esto es momento de fiesta. Ya comenzaban a cansarse las tías ideológicamente débiles con el asunto de las colas y la falta de productos. Ellas no comprendían eso de la Guerra Económica y el plan orquestado desde el Imperio para torpedear los logros de la Revolución. Los chavistas radicales publican y anuncian con alegría que el SICAD 2 saldrá en cualquier momento, quizás hoy, quizás mañana, quizás pasado, y a nadie le importará. Habrá un nuevo ajuste cambiario y no tendrán que hacerse los locos, ni buscar explicaciones rebuscadas, porque nadie se las pedirá. No importa incluso que ello sea un mecanismo de mercado, diabólica relación social dominada por el capital. Maduro no era un candidato tan flojo, después de todo, hasta chistosos le quedan sus desatinos y sus buenas relaciones con la farándula nacional e internacional.

Fue preso Leopoldo y quedó acéfala esa oposición jihadista y rodilla en tierra. Montaron su guerra de guerrillas en cada esquina clase media que se encontraron (y en toda ciudad andina que se precie de serlo). Hicieron su plegaria universal con aliados en todo el mundo al son de #prayforvenezuela y #sosvenezuela. Eso sí es ecumenismo. Pero se quedaron sin mesías. El intento de radicalización le quedó mal a Capriles; ya no lo quieren, sospechan de él y de sus secuaces de la Mesa. Ellos saben que por ahí no van los tiros; eso de ir construyendo una mayoría es una pendejada de los políticos dizque profesionales y de los partidos. Son instituciones ilegítimas, así como el innombrable que le habla al pajarito. No creen en partidos que vengan a hacer estrategias electorales fútiles, no les hace falta. Ellos saben que son mayoría, se los dijo María Corina. Confían en sus barricadas y no se cansan, porque el que se cansa pierde. Ven caer la bandera de Cuba en Maiquetía como una señal inequívoca, saben que faltan 3 pinos. Están apegados a su profeta: Reinaldo dos Santos. Han encontrado analistas de la talla del Coco Jiménez, conjuran la inminente traición de Diosdado, el levantamiento de la aviación y el retorno definitivo de la democracia verdadera. Los misterios gozosos están a la vuelta de la esquina.

Raúl Cárdenas F.


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Mi tía Marielsa es una insensata

Por Valentina Blanco

Mi tía Marielsa es una insensata. Su cuadra está llena de basura y a ella le da por limpiarla. Lo que pasa es que su cuadra está llena de basura porque pues esa es una de las estrategias insurgentes de los jóvenes que luchan por la democracia. Y bueno, toca cerrar la calle y hacerse escuchar por cualquier medio. Y por eso riegan basura y pestilencia por la cuadra a la vez que encienden grandes fogatas que aterrorizan a los niños. Y ni hablar de los alambres de púas y las guayas que dejan en el asfalto y matan (o casi matan, porque esos matices hay que honrarlos) a motorizados y demás transeúntes. “La calle está cerrada pues construimos democracia”, así dicen. Por eso la gente de la cuadra no alcanza a salir a trabajar o a ir la escuela…. Por eso, la lucha democrática, los negocios no han podido abrir desde hace días. Por eso también han tumbado muchos de los árboles que apenas alcanzan a limpiar el aire de esta ciudad desesperanzada, porque con ellos hacen barricadas que nos impiden salir a continuar con la vida, en nombre de la democracia. Mi tía Marielsa es una insensata porque le dio por salir a limpiar la calle por enésima vez, pues estaba terriblemente sucia a pesar de que escasas horas antes una cuadrilla del municipio la había limpiado. Y por insensata una de las jóvenes demócratas la golpeó y espantó para que le quedara claro que a nombre de la lucha por la democracia mi tía no puede vivir en una calle limpia, y mucho menos atreverse a limpiarla.

Carolina es una disociada. Resulta que a su papá toca ponerle un marcapasos a como dé lugar, quedan pocos en el país, se le agotó el seguro privado en apenas la emergencia de la clínica y no tienen como costearse la operación. Y bueno, a Carolina le da por hablar mal del gobierno porque se están acabando los marcapasos mientras ella hace lo imposible por reunir la plata para pagar uno de los últimos que quedan. En lugar de quejarse del gobierno, Carolina debería agradecer que tenemos Barrio Adentro, CDIs y todo. Lo de la escasez de marcapasos es culpa de los médicos ladrones del sector privado. Y punto. No es resultado también de la política cambiaria, ni mucho menos de la ineficiencia del sector público. Y la desesperación de Carolina por la vida de su padre no justifica su hartazgo. No, la lealtad a la revolución tiene que quedar clara e incuestionada, no hay desespero que valga, aunque sea por la vida misma, ni por el padre. Su papá se está muriendo porque vive en un país cuyo Estado lo ha abandonado, pero Carolina no puede arrecharse.

Mi primo Francisco es un idiota. Caminando a su apartamento de clase media, (compartido con su mamá, su papá, su hermana, su sobrino y el perro, dicho sea de paso) llegan dos tipos en una moto, lo tiran al suelo mientras le apuntan con una pistola, le arrancan el teléfono celular, lo insultan por sólo tener libros y se van dejándolo con sabor a impotencia y terror, junto con un estúpido agradecimiento por su vida (pudieron haberlo matado, después de todo). Pues a Francisco, después de la escena y tragando amargo le da por postear que en “este país la vida no vale nada y tal”, y dizque “por qué las fuerzas de seguridad del Estado son tan efectivas reprimiendo protestas y no protegiendo a la gente”. Es que de verdad mi primo Francisco es un idiota.


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Aspirar

“No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media para que después aspiren ser escuálidos”

Héctor Rodríguez

Ya se ha dicho mucho sobre el pronunciamiento del ministro de Educación, Héctor Rodríguez, acerca de los planes del gobierno para la erradicación de la pobreza. Esas palabras, acompañadas con la sonrisa amigable del joven ministro, apuntan a un nervio nacional sensible: el esfuerzo de erradicación de la pobreza tiene un propósito ‘político’. Sí, la salida de la pobreza está supeditada a la lealtad con la Revolución.

Finalmente se reconoce como política oficial lo que ya sonaba en los comentarios de revolucionarios de a pie como un oxímoron: esa doñita escuálida recibe su pensión así nomás; unas familias sifri de mi cuadra compran cosas de mercal; aquellos estudiantes, con todo y todo, fueron tratados en Barrio Adentro después de un perdigonazo. La intención es periódico de ayer, solo que ahora, con la caída estrepitosa de fondos líquidos nacionales podríamos dejar tanta benevolencia con quienes aspiran ser escuálidos con los programas sociales de la Revolución.

Las palabras valientes de Rodríguez tienen, sin embargo, otro telón de fondo, queda implícito el salvoconducto del poder a quienes se enriquecen y cultivan patrones de consumo nada parecidos al pueblo raso, pero son conspicuos representantes del corazón de la patria. Ser rico no es malo, si estás del lado correcto.

Pocos días después, en la Conferencia por la Paz que convocó Nicolás Maduro, el propietario de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, sumó su granito de arena a la tan ansiada plática nacional. En tono muñeco de torta intelectual, Mendoza interrumpió su pedido de inclusión para decirle al Presidente que ‘el venezolano’ no es envidioso y ‘el que aspira llega lejos’. Estas palabritas dieron la vuelta a las redes sociales y unos románticos del debate político de los noventa se emocionaron y repitieron con vehemencia que lo que necesita Venezuela es un buen gerente.

Pasó desapercibido, pero Jorge Arreaza dio el discurso de memoria y cuenta el 25 de febrero este año. En esa alocución, el vicepresidente dijo que Venezuela ha recibido de la renta petrolera unos 972.565 millones de dólares en los 15 años de gobierno bolivariano. Será fácil predecir que en 2014 la cifra superará el billón de dólares (un millón de millones). Solo en materia social, el gobierno ha invertido 623.058 millones de dólares. Una comparación eurocéntrica resulta ilustrativa para comprender lo que quiere decir más de seiscientos mil millones de dólares. En los cuatro años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el famoso plan de reconstrucción europea costó 15.000 millones de dólares, que ajustados a la inflación desde aquel momento hasta la actualidad, indican unos 148.000 millones de dólares de 2013. Efectivamente, Venezuela ha contado con cinco veces el monto que tomó la reconstrucción de toda la Europa occidental de post-guerra en estos 15 años.

Es una cantidad nada despreciable para el gasto social en cualquier país del mundo. En el caso venezolano, son recursos que se han invertido en programas de salud, educación, infraestructura y masivamente en defensa nacional, pero no todo se ha ido a estos programas. Los resultados en la actualidad son mixtos, se ha reducido la pobreza y la desigualdad aunque quizá menos de lo que una cifra tan abultada sugeriría a simple vista. Las cuentas que saca el vice-presidente y la intención hecha política pública de saldar la deuda social con ‘compromiso revolucionario’ nos hace suponer que pudimos aspirar a tener hoy, luego de quince años, una sólida mayoría de boliburgueses.

 

Raúl Cárdenas F.


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En el útero de la política

Por Anyely Marín Cisneros

Hace varios años la Misión Vuelvan Caras, a la cabeza de otros programas del gobierno, desarrolló una línea de trabajo para fortalecer una política que apoyara la participación masiva de las mujeres en las misiones sociales. Era el año 2005 y el proyecto de desarrollo endógeno, bandera de la revolución socialista por unos años, contabilizaba 64% de participación de mujeres; una cifra superior se registraba en las misiones educativas. En la efervescencia revolucionaria el fenómeno parecía prometedor de importantes transformaciones culturales.

En ese entonces ya era evidente que esta respuesta masiva podía tener un alcance real en lo político y un impacto determinante en la subjetividad, pero su éxito dependía de que el movimiento popular se apropiara de este proceso, y entre otras acciones, abriera una línea de reflexión feminista que, a la par, obligara a la estructura del Estado a avanzar hacia un modelo equitativo. Pero como sabemos, entre la izquierda venezolana predomina una corriente decididamente antifeminista que rechazó una y otra vez la posibilidad de pensar problemas sociales relacionados con la división sexual del trabajo y los recursos, por no hablar del reparto simbólico e intelectual entre los sexos.

Los años prometedores quedaron atrás, sin embargo, el fenómeno de feminización de la base chavista no se detuvo. Si bien la absorción veloz del movimiento popular en el aparato burocrático, entre 2005 y 2013, traza la ruta del ocaso de las grandes promesas bolivarianas, la base chavista sigue fiel al gobierno, aunque cada vez más lejos de tener una producción semántica independiente. En el caso concreto de la feminización de las bases, se advierte la emergencia de una modalidad de poder que merecería una profunda intervención crítica apara atajar su deriva normativa y conformista, amén de cuestionar y evitar la creciente instrumentalización, noble o despótica, de las funciones del cuerpo.

Cuando Chávez se declaró feminista le dio consistencia al malestar social que proviene de la dominación sexual y de la violencia, misógina y sexualizante, que se practica en todas las esferas de la vida pública venezolana. Esta declaración contrarrestó la satanización histórica del feminismo entre la izquierda, pero el efecto irrepetible quedó sofocado por la dirección normativa del feminismo de Chávez, resumido en el juramento que el Presidente hizo repetir a sus seguidoras en alguna oportunidad: jurar por Dios parir y amamantar a los hijos de la Patria. Entre el útero de la patria y el culto a la madre quedaron afianzados los vectores conservadores de la gestión de los sexos en la Revolución bolivariana.

Dentro de las filas del chavismo han florecido numerosos colectivos de mujeres. Aunque algunos de ellos han organizado su trabajo en estrecha relación con entes gubernamentales, la mayoría ha propuesto agendas de acción independientes y han interpelado al Estado con éxito en diversas oportunidades. Por lo general, han sido mejor escuchados cuando sus demandas no excedían el marco de la lucha por los derechos reproductivos. Otras exigencias, como la despenalización del aborto, por ejemplo, se han visto truncadas frente a la hegemonía conservadora del gobierno, como lo hacen constar numerosos comunicados públicos de estos grupos. Pero la feminización de la base  atañe a una lógica diferente de la de los colectivos organizados.

La feminización del chavismo es el efecto de identificación masiva de las mujeres producto de la modulación de la afectividad, del llamado directo a su rol de madres (y ahora de hijas) y del requerimiento de proyectar en la polis su (supuesto) don de ternura y amor. Experiencias previas del movimiento de mujeres han visto reencauzadas sus fuerzas hacia las labores de cuidado y servidumbre bajo lemas como “Las mujeres hacen Patria”. Las resonancias con el caso bolivariano son obvias y podrían aportar pistas para repensar el destino de éste y otros aspectos de la subjetividad, pues el porvenir de cambios sociales profundos penden de los usos políticos que se hagan de las prácticas del cuerpo y los afectos. Hasta ahora, se ha explotado el levantamiento de la moral de las bases en versiones de culto sexista cuyos principios se alejan de lenguajes emancipadores. Los discursos que se dirigen a fortalecer el perfil de una supuesta mujer guerrera, madre y trabajadora sin descanso, a la cual se le exige entrega, amor y dedicación en el ámbito público y privado, le ofrecen la incorporación al cuerpo de la nación en tanto paridoras. En simultáneo, se fortalecen los dispositivos que incitan y celebran el talante de “la mujer venezolana” bajo un modelo sexualizante que ha convencido a las mujeres del Caribe de ser las más agraciadas del universo.

Así es que, en nuestra cultura, el seno materno comparte lugar con el implante de silicón. Buena parte de las bases populares aspira o ha practicado modificación corporal bajo parámetros más bien comerciales. Los programas de hipersexualización que hay detrás de estas prácticas están cada vez más extendidos y jamás encontraron obstáculos reales en la política bolivariana. Acá se solapan la vocación popular del proceso político y las estrategias chavistas que han apostado a filtrar elementos de marketing envueltos en supuestos lenguajes revolucionarios, neutralizando sistemáticamente las posturas críticas frente a esto.

La compulsión de estos discursos apunta hacia una subjetividad peligrosamente normativa. Los orígenes diversos de esas técnicas del cuerpo coinciden, no por azar, en puntos ciegos de la estratificación racial, sexual y de clases, por lo tanto, cabe la posibilidad de que estas estrategias de empoderamiento moral reviertan fácilmente hacia prácticas reaccionarias y de sometimiento, o cuerpos dóciles, adentro y afuera del movimiento. La revolución bolivariana pudo haber desplegado políticas que subvirtieran esos paradigmas estereotipados o pudo jugar a infiltrarse en ellos para fortalecer su base. Hasta ahora sigue ponderando la segunda vertiente.

Para completar ese engranaje, entre las mujeres del gobierno se advierte la falta de gramáticas próximas al feminismo o una visión de género amplia, que desafíe estos discursos. Destacan los casos de Andreína Tarazón y de Gabriela Ramírez. También son elocuentes las embestidas misóginas de Tania Díaz y de María León en la Asamblea Nacional, aunque la misoginia, junto a la homofobia, emerge en el discurso del oficialismo con gran frecuencia. La condescendencia que revela los constantes “reconocimientos” del rol de las mujeres en la revolución, y muy especialmente los modos en que se gestiona el tutelaje de ese potencial movimiento popular, hablan de otras formas de misoginia.

El fenómeno de las mujeres chavistas, y las políticas que lo empujan, sigue adelante intensificando tecnologías de género convencionales, hasta cierto punto sofocantes, que muestran la dimensión del equívoco que se ha producido al instrumentalizar la idiosincrasia como supuesto índice revolucionario y al poner énfasis celebratorio en las costumbres y los hábitos antes que apostar por la transformación de éstos. Al encumbrar al pueblo como modelo ideal de sí mismo el chavismo ha creado su mayor fortaleza y su callejón sin salida. Este efecto es mucho más evidente en el uso que se ha hecho de los lenguajes populares y de las representaciones que se le atribuyen al pueblo, a los jóvenes y a diversos sectores. Estereotipos y sobredimensiones que inflaman un relato de insurgencia que contrasta con el cuerpo vivo, tremendamente penetrado por la cultura de masas, el consumismo y los hábitos de mercado.

Hace unos años cabía esperar la emergencia de una política del cuerpo que se liberara de las cargas racializantes y sexualizantes amarradas al mandato patriótico. En aquel entonces no era un despropósito apostar por una revolución de las mentes que sacudiera los lenguajes coercitivos de la diferencia. Hoy, quizá la intervención radical de una política que se aleje de las gestiones de despacho podría interrumpir la lógica normalizante que se hizo hegemónica en el proceso bolivariano, y sin duda, el actual anquilosamiento de la rebeldía en el aparato de poder aleja el horizonte para tales acontecimientos. 


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No querer ver, no querer oír, no querer hablar. El devenir mudo del “chavismo crítico”

Soy de la generación de estudiantes de los ochenta que tantas luchas protagonizó en la llamada década perdida. Milité en grupos de izquierda desde el bachillerato hasta la universidad. Participé en marchas y protestas en defensa del pasaje estudiantil, en contra de la masacre de El Amparo, de la represión al sacudón, del paquete de medidas neoliberales. La mayoría de las manifestaciones de aquella época eran pacíficas aunque recogieran mucha indignación y malestar contra el poder. Aunque algunas terminaban en disturbios y enfrentamientos con la policía en los que había piedras, bombas molotv y armas de fuego (en ambos bandos). Pero a pesar de ello, siempre defendimos el derecho a la protesta. Nos indignábamos cuando los medios solo cubrían los disturbios violentos y llamaban a los manifestantes desadaptados. Protestábamos y alzábamos la bandera de los derechos humanos ante cada atropello, cada asesinato, cada detención.

Ahora miro con sorpresa como algunos de los que militaban en la izquierda de aquellos años, que están en el gobierno, justifican o niegan los excesos de la Guardia Nacional o del SEBIN. Y peor aún, veo con estupor cómo en las filas del “chavismo crítico” todos/as permanecemos callados/as.

La lógica amigo-enemigo, del si no estás conmigo estás contra mí (con el imperialismo y los “paracos”) se ha instalado entre nosotros/as. Las “exigencias de la coyuntura” han devenido en una lógica macabra en la que justificamos cualquier cosa. O, en otros casos, permanecemos callados/as por temor a sufrir un linchamiento moral por miembros de nuestras propias filas.

No querer ver, no querer oír, no querer hablar. Todas las fotos y todos los videos de guardias reprimiendo son montadas. Todos los manifestantes son fascistas. Los únicos muertos lamentables son los del chavismo. Los funcionarios policiales identificados eran infiltrados. Los Guardias Nacionales que han reprimido violentamente solo estaban respondiendo, los provocaron, se salieron de sus casillas, recibieron demasiados insultos, llevaban doce horas bajo el sol.

¿Por qué sacan a la calle a la Guardia Nacional? ¿Acaso no existen cuerpos del Estado destinados a controlar manifestaciones (pacíficas y violentas)? ¿Acaso no reciben entrenamiento para eso? ¿Para qué está la Policía Nacional? ¿De qué sirvió el inmenso esfuerzo de la Comisión de la Reforma Policial? ¿Para que se inventó la Universidad Experimental de la Seguridad?

Mientras escribo esto echo de menos un gesto como el de Vanesa Davies cuando denunció los desmanes de la Guardia Nacional en la tragedia de Vargas. ¿Dónde están los periodistas de investigación? ¿Dónde está la gente pensante y con criterio propio que no se conforma con repetir consignas? Dónde los/as intelectuales, pensadores/as y articulistas capaces de hilar fino en su discurso, de distinguir las prácticas de los opositores moderados, de los opositores violentos, de los líderes que llaman a la insurrección, de los no opositores que están descontentos con la inseguridad o la escasez, del Estado y sus cuerpos de seguridad, cada uno con sus responsabilidades específicas. ¿Dónde está el chavismo crítico? ¿Dónde están los militantes capaces de ser consecuentes con sus principios en toda circunstancia? Todos estamos mudos.

Por Ybelice Briceño Linares,

27 de febrero de 2014

 (Tomado de Sociologando.org)