Fuera de radar


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Estado, incapacidad y crisis energética

Por Antulio Rosales

Hace unas semanas, el Presidente exhortó a las mujeres de Venezuela a sacrificar el uso del secador de pelo, ya que el artefacto consume electricidad en exceso. No pudo faltar, Maduro además hizo su respectiva recomendación acerca de la belleza de una mujer, “que se ve más bonita cuando se peina con los dedos”. El inusual exhorto y su valoración innecesaria sobre los cánones de belleza de las ciudadanas pasó inadvertido y tampoco ha contado con suficiente respaldo, así que el gobierno anunció que durante las próximas dos semanas, serán solo dos los días laborables para la administración pública. El viernes será libre para las escuelas del Estado. Estas son las medidas de urgencia que tomó el gobierno nacional después de meses con horarios recortados, feriados extra largos y viernes no trabajados para intentar ahorrar energía.

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A la luz de las velas…

Hace pocos años, Venezuela se preparaba para ser una gran potencia energética mundial, pero ahora no aguanta una fuerte sequía producto del cíclico fenómeno natural El Niño. La crisis actual no es resultado solo de la sequía sino de la incapacidad de las autoridades. Las inversiones en plantas termoeléctricas, las nuevas hidroeléctricas y el mantenimiento de la capacidad instalada se ha difuminado en corrupción e ineficiencia. Los intentos de energía renovable no convencional no han avanzado.

Mientras tanto, la población de todo el país—exceptuando Caracas—enfrenta racionamientos diarios que se suman a la intermitencia de servicios públicos y la restricción de horarios en locales comerciales. Se trata de un toque de queda a la luz de las velas y al zumbido de plagas. Contrario a lo que anuncia el gobierno, el racionamiento afecta la oferta de servicios básicos como los de salud, tanto públicos como privados. Y todo ello se incorpora a las dificultades para encontrar productos básicos en las tiendas y supermercados.

Lo sustancial es que las medidas de ahorro energético muestran una cruda paradoja del gobierno bolivariano. Por una parte, la revolución se ha planteado regular casi todos los ámbitos de la vida pública, ha creado ministerios por cuanto problema común identifica o ideal social le alimenta. Nuestra administración pública cuenta con cientos de viceministerios, solapados unos con otros. Son tantos que quizás el propio Presidente no podría recordarlos de memoria. Pero por otra parte, el propio gobierno hace prescindible la función pública. Tiene años mermándola. Ya en 2010 cuando surgió la crisis de damnificados, esa vez por lluvias, el gobierno decidió transformar las sedes ministeriales en refugios. De un día para otro, el fucionariato tuvo que irse a su casa, a trabajar como pudiera, sin aviso de cuando volvería a su sitio de trabajo. En estos años el Estado se ha convertido en una suerte de comité de contingencia del Partido Socialista Unido de Venezuela, un conglomerado de Salas Situacionales que enfrentan la coyuntura diaria. De resto, es un mamotreto fantasma que no puede asegurar ni la más básica de sus funciones.

Estas medidas, además de contraproducentes para la paz de la población han resultado ser poco efectivas. Lo dijo el vice-ministro de energía eléctrica quien desestimó el ahorro eléctrico del asueto de Semana Santa, que también fue decretada no-laborable. Pese a ello, el gobierno sigue mandando a sus hogares a miles de trabajadores públicos a consumir en casa la electricidad que no consumirán en las oficinas. Todo eso lo seguirá haciendo hasta que vuelva a llover sobre El Guri. Todo ese sacrificio con tal de no aumentar las tarifas de la electricidad, que el Estado casi regala pero es incapaz de proveer. De lo que sí son capaces algunos altos funcionarios es de usar tiempo productivo para incentivar oraciones de diversos credos para pedir a sus deidades que intercedan por Venezuela y hagan que llueva de nuevo. No es chiste, el gobierno invierte tiempo y recursos en acompañar iniciativas como esa, pero no en limpiar las cañerías y desagües de las ciudades, para que cuando finalmente se cumpla el milagro, el país no esté anegado en su propia incapacidad.