Fuera de radar


Leave a comment

La encrucijada electoral y la mirada (im)paciente de Suramérica

Por Antulio Rosales

El gobierno venezolano enfrenta una encrucijada existencial. Frente a la difícil situación que vive el país, no ha logrado movilizar suficientes fuerzas para ganar lo que denomina una ‘guerra económica’ producto de la mezcla de acaparamiento, especulación, desabastecimiento, escasez y bajísima producción. La tesis oficial achaca total responsabilidad al sector privado, inerte y parasitario que no está dispuesto a producir bajo las astringentes regulaciones que impone el Estado. Los privados, por su parte, rechazan las tesis conspirativas y culpan al gobierno de no cooperar y negarse a tomar medidas que parecieran elementales para echar adelante el aparato productivo.

En ese contexto, aparecen los políticos opositores de la vieja salida que llaman a una transición, forzando la renuncia de Maduro. Pero además, cada día se cuelan rumores y denuncias de conjuras armadas para derrocar al gobierno. Un sector importante de la oposición, por su parte, asegura que apuesta por la salida electoral, comenzando por las parlamentarias de este año, y se siente segura de poder ‘cobrar’ una eventual victoria dada la caída sistemática de apoyo al gobierno, tal y como indican numerosos estudios de opinión. Desestiman el ventajismo que provee las mermadas arcas nacionales, un CNE complaciente y unas FAN subordinadas al partido.

El gobierno parece comprometido en una estrategia riesgosa: mantener la situación límite que vive el país para forzar una suspensión de los comicios parlamentarios o, como ya sugirió el propio Maduro, proscribir a ciertos partidos de la oposición e inhabilitar figuras específicas por golpistas y sediciosos. Esta última opción sería la más viable porque dividiría a la oposición y le daría aliento a ciertas facciones revolucionarias que se verían con posibilidades de obtener curules fuera de la tarjeta del PSUV. Sería una fórmula idónea para mantener la fachada plural de las instituciones y seguir el ritmo de los invictos. Así, el CNE mantiene en suspenso la fecha de las elecciones y posterga temporalmente las primarias tanto del PSUV como de la MUD. En este ambiente, aumentan procedimientos contra opositores que buscan dividirlos y atizar las voces más radicales. El gobierno—claro está—denuncia maniobras violentas, infiltración de paramilitares e incluso intentos de intervención extranjera, como justificación.

Con la manito arriba

Con la manito arriba

La única forma de dirimir un escenario como el planteado es bajo la posibilidad de un encuentro electoral. Otra alternativa, es el camino de la imposición, que nunca está fuera de la mesa. Esa es la mirada que tienen hoy los líderes de la UNASUR que han comenzado a convidarse continuamente para facilitar un diálogo. Personajes tan disímiles como Juan Manuel Santos y José Mujica, pero también los cancilleres de Perú y Ecuador han hecho pronunciamientos clave para hacer que el cónclave suramericano facilite una salida institucional al diferendo venezolano. El propio Mujica planteó la posibilidad de un golpe y aunque criticó a la oposición más radical, también alentó a la corriente moderada en una movida inusual para uno de los líderes de izquierda regional.

El lugar de Venezuela en el mundo ha estado cambiando desde hace meses. Ya el proyecto regional que le otorgaba poder directo en el hemisferio parece haber entrado en bancarrota y uno de sus principales socios sacó un descuento Premium en la deuda de Petrocaribe. En estos momentos de falta de liquidez, Petrocaribe es más un dolor de cabeza para el gobierno que una garantía de apoyo y protección internacional. Ahora son los propios socios y amigos los que llaman a un diálogo. El Congreso brasileño pasó una moción que condena la situación venezolana y aunque fue apoyada casi exclusivamente por la oposición de ese país, cuenta con el beneplácito del partido del vice-presidente, lo que compromete la posición del gobierno de Dilma Rousseff.

Érase una vez

Érase una vez

Por primera vez en muchos años, el gobierno venezolano está reacio a asistir a una elección, se encuentra incómodo frente a las urnas y no pocos radicales internos le incitan a caer, más aún, en la trampa de la fuerza. ¿Quién en el gobierno puede beneficiarse en un contexto como ese? ¿Quién puede surgir como figura salvadora y unificadora del legado de Chávez? El mazo habla por sí solo. Maduro tiene en sus manos la posibilidad de medirse de manera ventajosa para sí y dirimir la puja en elecciones. Tiene también la posibilidad de invitar a sus amigos de la región para que faciliten un diálogo sincero entre las corrientes más racionales de los dos polos. Está en sus manos dejarse ayudar. Irónicamente, sería lo que habría hecho Chávez, quien tomó esa ruta luego de 2002 y creó las condiciones para medirse en 2004 con viento a favor. Maduro quizás no pueda torcer el viento, porque no controla los precios del petróleo, pero sí asumir con valentía el legado del Chávez que pese a (o precisamente por) todas sus vivezas, asistía a elecciones.